Mantener una dieta saludable es fundamental para disponer de una buena salud. En los pacientes con cáncer se vuelve aún más importante, pero no es fácil seguirla. Los problemas nutricionales son una complicación habitual en los pacientes oncológicos. A los problemas derivados del propio tumor, tanto a nivel general como local (especialmente en los pacientes con tumores del tubo digestivo o de cabeza y cuello) se suman los efectos secundarios de los distintos tratamientos antitumorales como la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia que, muchas veces, dificultan o impiden la alimentación oral del paciente y causan distintos tipos de problemas.1,2
La anorexia, la disgeusia o la hipogeusia son algunos de los problemas más frecuentes que afrontan los pacientes con cáncer causados por el propio tumor y que obligan a modificaciones en la dieta. En cuanto a los derivados del tratamiento antitumoral destacan las náuseas, los vómitos, la diarrea, la mucositis o la xerostomía. Todos estos efectos adversos conllevan una carga importante de morbimortalidad: aumentan los efectos tóxicos, reducen la calidad de vida y son responsables de un porcentaje, nada desdeñable, de muertes.1,2
Tener una buena alimentación es indispensable para afrontar con las mayores garantías posibles los efectos del cáncer y de los tratamientos asociados. Por tanto, es fundamental la valoración nutricional del paciente. La dieta debe ser siempre individualizada, teniendo en cuenta las necesidades y preferencias del enfermo. La alimentación artificial permite, en muchos pacientes, mantener satisfactoriamente el estado nutricional, pero debe intentarse siempre que se pueda la alimentación oral con alimentos naturales.1,2
Los principales hospitales, sociedades médicas y grupos de pacientes cuentan con guías que recogen diferentes consejos nutricionales para los pacientes con cáncer. Algunas de las recomendaciones más habituales son:1-4